La pescadilla que se muerde la cola.
Parto de la idea de que todo lo que sucede está interrelacionado; esta interrelación de causa-efecto se da en todos los eventos de la vida. Un pequeño cambio puede generar grandes consecuencias en un sistema determinado; como señala la teoría del caos de Ilya Prigogine, cuya metáfora mediática es muy conocida: “el famoso aleteo de la mariposa en las antípodas puede provocar y provoca una reacción aquí, como por ejemplo un huracán); del mismo modo todos los ámbitos (incluida por supuesto la escuela) se encuentran en relación de interdependencia con las dinámicas sociales y las influencias del entorno, los prejuicios se van arraigando gracias a formas de enseñanza arcaicas y a gestiones institucionales que abocan a determinados colectivos a la mendicidad y a la delincuencia, o lo que es lo mismo, la marginación.
Las instituciones son las que controlan las dinámicas sociales en todos los ámbitos, gestionando y controlando lo que hacen los ciudadanos y los grupos sociales; la mayoría de las instituciones que tenemos se encuadra en la base del sistema capitalista, básicamente económico, que es el que reina en la organización social que nos ha tocado vivir tras la caída del telón de acero y la erradicación de la mayor parte de los sistemas comunistas (también corruptos por la ostentación del poder). Bajo este punto de vista podríamos decir que el gran cáncer para la sociedad actual, sea cual sea su orientación política, es el deseo de ostentar el poder, que hace que las instituciones tengan un funcionamiento orientado al autoenriquecimiento; la corrupción en la mayoría de las instituciones hace que aparenten y promuevan un discurso y sus intenciones implícitas sean normalmente distintas, por poner ejemplos podemos integrar en este tipo de “doble moral” a instituciones tan influyentes como la iglesia; la elite política, que en definitiva es quien da el visto bueno a los planes educativos del currículo escolar y, por poner ejemplos diferentes, podríamos señalar la curiosa manera de crear ordenadores a los que después se proporcionan sus correspondientes virus para crear los antivirus sanadores para el PC y que a las empresas que los diseñan les aportan su pellizquito de este suculento pastel con la frecuencia con la que es necesario renovar la suscripción al mismo; otro sistema curioso es la industria farmacéutica que investiga y crea los fármacos que más dinero puedan aportar, obviando enfermedades que azotan a países del tercer mundo; pero si investigando acerca de cuestiones estéticas para frenar el envejecimiento de las ilustres señoras y señores del primero.
En definitiva nos comemos el caramelo, cuidadosamente envuelto, para no percibir la nocividad del azúcar que lo forma, picamos el anzuelo del atractivo gusano del estado de bienestar, mordemos la manzana del placer del materialismo, que mediante el módico precio de hipotecar nuestras vidas nos proporciona toda clase de comodidades. Lo más triste de todo esto es que no somos los únicos que caemos en la trampa, personas que viven en otras latitudes se lo creen tanto o más que nosotras y nosotros e hipotecan sus vidas y moldean sus ilusiones para dejarlo todo y venderse a las mafias que de este modo pueden disfrutar su parte del pastel.
Los marginados en sus diversas manifestaciones (toxicomanía, pobreza, inmigración, razas...etc) forman parte de la dinámica social; sufren el desprecio de sus semejantes por diversas razones, que acabo de mencionar; pero nunca nos hemos parado a pensar cómo nosotros, al igual que nuestra bella mariposa, hemos generado estos colectivos y por ende la marginación de los mismos; al ciudadano o ciudadana de a pie, por poner un ejemplo, suele molestarle el hecho de que el sudaca o el argelino, el negro o el moro venga a quitarnos el trabajo y delinquir en nuestro impoluto sistema social de primer mundo, al que por otra parte España se ha incorporado con relativa actualidad, dicho sea de paso, esta incorporación al ranking de países ricos no se produjo antes, debido a que a la Europa de aquel entonces, a la que en feliz y perfecta unión pertenecemos en la actualidad, le interesaba ser indiferente ante la situación política que acaecía en nuestro país; en otro orden de cosas es curioso que no nos hemos parado a reflexionar sobre cómo la actuación de nuestros ancestros ha influido en la situación actual; sobre el expolio, que centrándonos en España se hizo de los recursos de Sudamérica, en el genocidio que se llevo a cabo para conquistar esas tierras, en la cantidad de indígenas que se dejaron morir para no asumir una cultura que no era la suya, en la violación y arrebato de su sabiduría ancestral por parte de instituciones como la iglesia, que dio el visto bueno a numerosos crímenes en el ámbito humano y folklórico para instaurar unas costumbres llenas de represión, de miedos infundidos y de culpa, negándoles el derecho a conservar su identidad por las armas y bajo el yugo del miedo. Derechos todos estos que nuestro país, en concreto, se tomo por su mano precisamente para ostentar poder, para obtener riquezas a costa de lo que sea, una vez expoliados sus recursos naturales y riquezas, les dejamos una sociedad empobrecida y súbdita del reino de España, que ha evolucionado como ha podido y que en los momentos de mayor dificultad ha emigrado para buscar una vida mejor, paradójicamente emigrando a la tierra que les arrebato tanto, simplemente para vivir mejor, obtener un salario para cubrir sus necesidades, para comer cada día; sustento que de alguna manera les pertenece, al fin y al cabo muchas de las riquezas que tenemos aquí se las debemos... asimismo cabe señalar que nuestro país también asesino y desterró en comunión con la santa inquisición a una gran cantidad de musulmanes con la excusa de la “reconquista”, ¿reconquista?; ¿cómo se puede decir que un pueblo que ha habitado una tierra durante nueve siglos no está en su casa…? y que decir de África, expoliada hasta la extenuación por nuestros colegas europeos... apoderándose de sus recursos sin cesar y sin escrúpulos, dejándoles a cambio armas y deuda externa. Pero no solo marginamos al foráneo o la foránea, nos hace felices compararnos con personas que están por “debajo”, consolarnos pensando que otras personas lo están pasando peor que nosotros, para eso tenemos unos cuantos colectivos que viven en la calle o que mendigan, que roban para consumir una sustancia que les haga olvidar su realidad, que les abstraiga por unos instantes de su rutina; sería interesante mirar con otros ojos a mendigos y toxicómanos; los marginados necesarios para vestir a nuestra sociedad de limpio de cuando en cuando, para lavarnos las manos por que ayudamos con recursos asistenciales; los marginados que interesan, los marginados que crean puestos de trabajo, cuyo sufrimiento aporta sueldos mensuales, puestos de trabajo que podrían perderse, votos que podrían dar el poder a otro partido.
Somos ciudadanos educados en la institución de la escuela, la escuela centralizada, regida por el poder ejecutivo, dictada por la ley, inamovible; cualquier atisbo de escuela alternativa (basada en pedagogías libertarias que tienen un modo de enseñar y educar basado en la libertad de elección y la atención a las características de cada persona)se ve rápidamente erradicado; la escuela vigente: única y hacedora de moldes, castradora de la visión critica del mundo y al fin y al cabo reproductora de los comportamientos y prejuicios sociales, es la que educa a los ciudadanos y ciudadanas, si aparece alguna escuela privada ha de atenerse a los dictados curriculares que gestiona el gobierno(cambiando la legislación educativa cada corto periodo de tiempo, cuando cambia la orientación politica, sin permitir su estabilización). En la misma línea educacional encontramos la televisión, mass media por excelencia, la gran educadora de esta época, que sumerge a las masas en el letargo del alerdamiento, reproduciendo a l igual que la escuela los tópicos y modelos sociales de generación en generación, ofertando el consumo de programas basura que nos ofrecen cosas; pero siempre alejadas de una visión analítica y transmutadora. Lejos de ser conscientes de lo que sucede cerramos los ojos a la realidad que nos rodea para abrirlos a la pantalla de la televisión. En las escuelas y en las familias se fomenta un modo de vida y una forma de aprendizaje que implica un tipo de educación en que la persona es cada vez más individuo y a la vez cortado por el mismo patrón que el resto de individuos de la sociedad (hecho este fomentado por la escuela que se dedica a enseñar conceptos sin dar excesiva importancia a los valores y las disciplinas artísticas); la niña o el niño cada vez está más sumido en un mundo superficial en el que lo importante es el yo, la individualidad, la competitividad, la productividad; los demás y las dificultades de los demás son cuestiones de cada quien y los colectivos marginales, suelen ser ignorados o despreciados, desde una óptica superficial sin determinar las vivencias o dificultades que los han llevado hasta la situación en la que se encuentran, colocando cada elemento en el sitio que le corresponde bajo el punto de vista del bien y el mal, juzgando lo que sucede cuidadosamente y según los arcaicos patrones sociales; en este encuadre surge la marginación. Dentro de lo “sano” (con sano me refiero tanto a lo social como a lo individual) se encuentra el germen de la “enfermedad” (a veces la enfermedad es la forma de mediar que promueve la sociedad y otras el individuo y sus actuaciones), entre lo bueno y lo malo hay un límite muy estrecho y no sabría decir que es lo malo y qué es lo bueno, las cosas a veces no son lo que pueden parecer (es necesario “mirar un poco más allá”) y en muchas ocasiones lo que es promovido como un acto educativo, que forma en valores, termina siendo un germen para la hipocresía y la intolerancia, que promueve el caldo de cultivo para la formación de los colectivos marginales, ya que, por ejemplo, no se suele contar con los mismos para determinar las actuaciones o medidas a llevar a cabo en cuestiones que les conciernen.
Para finalizar con este ensayo me gustaría relatar la reflexión personal que me ha llevado a elegir este tema; durante mi periodo de prácticas sufrí una “crisis” a nivel social; trabajé en una asociación que atendía a personas adictas a distintas sustancias, ludópatas y prostitutas; a lo largo de este periodo observe y valore la postura institucional y la postura marginal; llegué a la conclusión de que nuestra sociedad es la pescadilla que se muerde la cola, se crean recursos que solventan los problemas a medias y en algunos casos plantean una dinámica que lejos de paliar los mismos hace que estos perduren a lo largo del tiempo. No quiero decir con esto que este colectivo marginal en concreto no adopte una postura ciertamente negativa y perniciosa para sí mismos; pero algunas de las instituciones que gestionan recursos para estas personas solamente ejerce una actuación superficial, no se acerca a la raíz del problema y no le interesa acercarse; al fin y al cabo todos los trabajadores que la componen necesitan que este colectivo permanezca para asegurarse su pervivencia; para dar fé de ello me cuestiono cómo resulta paradójico ver personas que emplean mucho tiempo y esfuerzo propio, así como recursos sociales y económicos para salir de esa situación que les mantiene apresados a una sustancia adictiva; una vez superado el proceso de desintoxicación y llegado el momento de buscar la reinserción social; en estos casos, la mayoría de las veces, la persona se encuentra sin recursos y las instituciones correspondientes los ubican de nuevo en los lugares donde recibían ayuda mediante recursos asistenciales; llegado este caso se encuentran con un mismo entorno en el que el consumo está a la orden del día por parte de las personas que han compartido esas vivencias con ellos o ellas y se ven expuestos a ofrecimientos de diferentes sustancias, situación esta que ante el más mínimo problema puede acarrear una recaída; es más en ese entorno la recaída está prácticamente asegurada; por otra parte existen ayudas que permiten que estas personas puedan cubrir sus necesidades básicas sin que sea precisa su reinserción en la sociedad, ni ningún tipo de actuación que al menos les permita reflexionar o cuestionarse lo qué están haciendo con sus cuerpos y sus vidas; postura esta que les resulta muy cómoda a corto plazo y les permite seguir consumiendo una sustancia que poco a poco va haciendo lo propio con ellas y ellos.
M. F. G.
